Estos eran los pasos a seguir para desarrollar mi pequeño proyecto:
PRIMERA PARTE: EL REPORTAJE
- Localizar en obras literarias contemporáneas pasajes referidos a la ciudad de Madrid y sus calles.
- Viajar a la ciudad, cámara en mano, para visitar y fotografiar esos lugares.
- Comparar el testimonio literario de la ciudad que hubiera encontrado en mis lecturas con mi experiencia personal en el presente.
- Plasmar los resultados en un reportaje.
El primer punto fue el más laborioso. Cuál fue mi sorpresa cuando, tras proponer el proyecto a la profesora Julia Barella, ésta me hizo saber que ella misma había escrito, junto a Francisco Gutiérrez Carbajo, una colección de libros que trataba precisamente de este tema: Madrid en la Literatura (Comunidad de Madrid, 1993).
¡Pero lo más duro fue el paseito de doce horas que dí por Madrid! Una vez hecha la selección de lugares para visitar, y sin mucho tiempo para deambular por la capital (vivo a cincuenta kilómetros de allí), decidí planear una ruta que me permitiera recorrer todos los "puntos de interés" (al estilo de los mapas turísticos) en el menor tiempo posible.
Me calcé unas botas de montaña y salí un domingo por la mañana. A las diez y media pisaba las aceras de la Latina: mi primera parada fue el Rastro... ¡cómo resistirse a cotillear! Desde ahí, fui andando hasta la Puerta de Toledo. Recorrí la ciudad de arriba a abajo. Al final del día, se había añadido mucha información a mi mapa mental de la ciudad: los espacios en blanco, que antes quedaban conectados por líneas de Metro y autobús, ahora encontraban su lugar en mi esquema de la ciudad, completando el mapa. (Entiendo que en la época de Galdós, los mapas mentales eran mucho menos abstractos, pues los desplazamientos por la ciudad no incluían viajes "a ciegas" en Metro -que no fue inaugurado hasta 1919, un año antes de la muerte del autor de La fontana de oro-).
Después de leer los libros mencionados (tomos III y IV), y otras obras relacionadas con el tema (además, por supuesto, de las clásicas obras contemporáneas que dan un papel especialmente importante a Madrid), hacer el reportaje, y recopilar todo el soporte fotográfico y la ingente cantidad de información obtenida, el nuevo desafío, no menos arduo, es conseguir darle al conjunto un formato atractivo y ágil lo que implica, entre otras cosas, algo que a todos nos cuesta cuando tenemos mucho que decir: resumir. Además, una vez decidida a presentar mi trabajo en forma de blog, se plantea la cuestión de cómo adaptarlo al formato de "entradas". Espero haber dado con la solución.
¡Pero lo más duro fue el paseito de doce horas que dí por Madrid! Una vez hecha la selección de lugares para visitar, y sin mucho tiempo para deambular por la capital (vivo a cincuenta kilómetros de allí), decidí planear una ruta que me permitiera recorrer todos los "puntos de interés" (al estilo de los mapas turísticos) en el menor tiempo posible.
Me calcé unas botas de montaña y salí un domingo por la mañana. A las diez y media pisaba las aceras de la Latina: mi primera parada fue el Rastro... ¡cómo resistirse a cotillear! Desde ahí, fui andando hasta la Puerta de Toledo. Recorrí la ciudad de arriba a abajo. Al final del día, se había añadido mucha información a mi mapa mental de la ciudad: los espacios en blanco, que antes quedaban conectados por líneas de Metro y autobús, ahora encontraban su lugar en mi esquema de la ciudad, completando el mapa. (Entiendo que en la época de Galdós, los mapas mentales eran mucho menos abstractos, pues los desplazamientos por la ciudad no incluían viajes "a ciegas" en Metro -que no fue inaugurado hasta 1919, un año antes de la muerte del autor de La fontana de oro-).
Después de leer los libros mencionados (tomos III y IV), y otras obras relacionadas con el tema (además, por supuesto, de las clásicas obras contemporáneas que dan un papel especialmente importante a Madrid), hacer el reportaje, y recopilar todo el soporte fotográfico y la ingente cantidad de información obtenida, el nuevo desafío, no menos arduo, es conseguir darle al conjunto un formato atractivo y ágil lo que implica, entre otras cosas, algo que a todos nos cuesta cuando tenemos mucho que decir: resumir. Además, una vez decidida a presentar mi trabajo en forma de blog, se plantea la cuestión de cómo adaptarlo al formato de "entradas". Espero haber dado con la solución.
Mi ayudante de nueve años acabó agotada... (En el Rastro) |
La calle de Toledo
Desde el Rastro fuimos hacia la Rotonda de Toledo, pasando por la calle de Toledo que, por lo que he leído sobre ella, ¡tiene un aspecto muy diferente al del siglo diecinueve!
“12 de diciembre (…)
Hemos salido a las afueras, lentamente, por la calle de Toledo. Confortador y alegre, el sol bañaba la pintoresca calle. A un lado, la masa gris del mercado de la Cebada, desiertas las bulliciosas avenidas, silenciosos los sótanos; a otro, tiendas populares, modestas tiendas: fruterías con sus verduras variadas, brillantemente verdes unas, oscuras otras; bazares de ropas, ondulantes al viento los lienzos colgados por muestra en las fachadas, tintorerías con sus rojas oriflamas; despachos de huevos con sus blancos montones lucidores… Los tranvías suben fatigosamete; del fondo negro de los mesons salen atestados y rechinantes carros.” (Azorín, Diario de un enfermo)Emilia Pardo Bazán fue una mujer de mentalidad abierta. En sus obras podemos apreciar la libertad con que trata temas que en su época eran muy comprometidos. Así, en Insolación (1889) la protagonista -Asís, marquesa de Taboada-, que es viuda, inicia relaciones amorosas con Diego Pacheco. En la trama se incluyen temas como las relaciones prematrimoniales, aunque terminen en boda. Todo esto fue realmente escandaloso en el momento de publicación de la obra. Las notas autobiográficas de la autora contribuyeron a aumentar la excitación en torno a la novela... La narradora en primera persona permitió a los lectores de su tiempo asomarse a la intimidad femenina, escuchar sus confidencias de primera mano. Personalmente, lo que más me ha sorprendido de la lectura de esta obra ha sido la actualidad que tienen estos pasajes, en los que la protagonista opina sobre las experiencias del día a día con los hombres, que también se identifican con el presente: los chulos ociosos que la piropean por la calle Alcalá, los asuntos de pareja sobre los que piensa,... ¡Me recuerda a las conversaciones que tienen las protagonistas de Sexo en Nueva York, cuando se reúnen en una cafetería!
Asís se refiere así a la calle de Toledo, cuando dice lo siguiente: “Noté que Pacheco se fijaba poco en tales menudencias y en vez de observar las curiosidades de la calle más típica que tiene Madrid, llevaba los ojos puestos en mí con disimulo”.
...Y a continuación: “Hice como si no oyese el piropo y desvié la conversación, hablando del pintoresco aspecto de la calle de Toledo, con sus mil tabernillas, sus puestos ambulantes de quincalla, sus anticuadas, tiendas y sus paradores, que se conservan lo mismito que en tiempo de Carlos IV.”
Hoy Pacheco no se habría perdido nada por mirar embelesado a Asís: la calle de Toledo resultó un poco aburrida y ofrecía un aspecto descuidado y oscuro. Pudimos encontrar muchas tiendas de comida "24h", algunos bares y pequeños comercios.
El casi niño Manuel de La lucha por la vida de Pío Baroja llega a Madrid como inmigrante para trabajar en una ciudad que todavía no está preparada para la revolución industrial. "Manuel sobrevive en una capital bulliciosa e injusta, pero sobre todo, pobre, sucia, sin alcantarillado, maloliente."
“Luego que se hubo vestido Manuel salieron madre e hijo de casa y entraron en la buñolería a tomar una taza de café con leche. Bajaron después a la calle del Arenal, cruzaron la Plaza de Oriente y, por el viaducto, y luego por la calle del Rosario, siguiendo a lo largo de la pared de un cuartel, llegaron a unas alturas a cuyo pie pasaba la ronda de Segovia. Veíase desde allá arriba el campo amarillento que se extendía hasta Getafe y Villaverde, y los cementerios de San Isidro con sus tapias grises y sus cipreses negros." (La lucha por la vida)
Esto fue lo que nos sorprendió en los alrededores de la calle del Arenal:
...Y a continuación: “Hice como si no oyese el piropo y desvié la conversación, hablando del pintoresco aspecto de la calle de Toledo, con sus mil tabernillas, sus puestos ambulantes de quincalla, sus anticuadas, tiendas y sus paradores, que se conservan lo mismito que en tiempo de Carlos IV.”
Hoy Pacheco no se habría perdido nada por mirar embelesado a Asís: la calle de Toledo resultó un poco aburrida y ofrecía un aspecto descuidado y oscuro. Pudimos encontrar muchas tiendas de comida "24h", algunos bares y pequeños comercios.
La calle Arenal
“Luego que se hubo vestido Manuel salieron madre e hijo de casa y entraron en la buñolería a tomar una taza de café con leche. Bajaron después a la calle del Arenal, cruzaron la Plaza de Oriente y, por el viaducto, y luego por la calle del Rosario, siguiendo a lo largo de la pared de un cuartel, llegaron a unas alturas a cuyo pie pasaba la ronda de Segovia. Veíase desde allá arriba el campo amarillento que se extendía hasta Getafe y Villaverde, y los cementerios de San Isidro con sus tapias grises y sus cipreses negros." (La lucha por la vida)
Esto fue lo que nos sorprendió en los alrededores de la calle del Arenal:
La Plaza de Oriente, el Palacio Real, los Jardines de Sabatini y el Campo del Moro
La Plaza de Oriente fue nuestra parada favorita. Pudimos descansar, tomar el sol, deshojar margaritas y vaguear en general. Estas son algunas fotos desde la Plaza de Oriente hasta el Campo del Moro:¡Disfrutando de la Naturaleza en Madrid! |
Este era el plan del Pedro Sánchez de Pereda:
“[…] a primera hora, en el café Esmeralda, en la calle montera, y más tarde en Capellanes o en el Paraíso del Teatro Real.”
...Un café como este... |
Antigua diseñadora de moda, esta señora nos contó historias fantásticas de la Cava Baja. |
Jardines increíbles... |
...pétalos por todas partes |
Príncipe Pío
“Después de comer la familia del zapatero fueron unos a dormir la siesta al patio de la casa y otros se quedaron allí en el almacén.
Vidal, el hijo menor del zapatero, se tendió en el patio al lado de Manuel, y después de interrogarle acerca de la causa de aquellos chichones que apuntaban en la frente de su primo, le preguntó:
- ¿Tú habías estado alguna vez en esta calle?
* Yo no
* Por estos barrios se divierte uno la mar.
* Sí, ¿eh?
* Ya lo creo. ¿Tú no tienes novia?
* Yo, no.
* Pues hay muchas chicas que están deseando tener avío.
* ¿De veras?
* Sí, hombre. En la casa donde vivimos hay una chica muy bonita, amiga de mi novia. Te puedes quedar con ella.
* Pero, vosotros, ¿no vivís en esta casa?
* No, nosotros vivimos en el arroyo de Embajadores; mi tía Salomé y mi abuelas son las que viven aquí. Pero allá en mi casa se divierte uno; ¡gachó!, las cosas que me han pasado a mí allí.
* En el pueblo en dnde he estado yo –dijo Manuel, para no dejarse achicar por su primo- había montes más altos que veinte casas de éstas.
* En Madrid también hay la Montaña del Príncipe Pío.
* Pero no será tan grande como la del pueblo.
* ¿Qué no? Si en Madrid está todo lo mejor."
(La lucha por la vida)
La verdad es que ahora la montaña ha quedado un poco menguada... Así la encontramos:
¿Nos habrán indicado mal?
Bueno, de todas maneras, junto a la Estación de Príncipe Pío, encontramos un paraíso fluvial nuevo. Parece que las obras del Manzanares han concluido - yo ya había dejado de esperar-.
Al fondo, el Teleférico |
“¡Qué
hermoso y agradable estaba el Puente de Toledo! Lo recuerdo como se recuerda una decoración
del Teatro Real.
Hervía de gente, y mirando hacia abajo, por la pradera y por todas las orillas
del Manzanares no se veían más que grupos, procesiones, corrillos, escenas
animadísimas de esas que se pintan en las panderetas.” (Emilia
Pardo Bazán: Insolación)
"..." de Segovia
Por error, fuimos al Puente de Segovia, y no al viaducto, me di cuenta cuando ya habíamos vuelto a casa. Pero del puente también hay testimonio literario, ¡y es también muy bonito!
“Entre
el Puente de Segovia y el de Toledo, no muy lejos del comienzo del Paseo
Imperial, se abre una hondonada negra con dos o tres chozas sórdidas y
miserables. Es un hoyo cuadrangular, ennegrecido por el humo y el polvo del
carbón, limitado por murallas de cascote y montones de escombros.” (Pío Baroja: La Busca)
“No sé
quién fue el primero que llamó feas y áridas a las orillas del Manzanares, ni por qué
los periódicos han de estar siempre soltándole pullitas al pobre río, ni
cómo no prendieron a aquel farsante de sus orillas algún rinconcito ameno,
verde y simpático. Hay árboles que convidan a descansar a la sombra, y
unos puentes rústicos por entre los lavaderos, que son bonitos
en cualquier parte.”
¡Con amor, hasta un erial se ve como un vergel! (Emilia Pardo Bazán: Insolación)
Después de descansar en el Templo de Debod, nos dirigimos a la zona de Conde-Duque, para seguir el recorrido del Ramón de Miau.
Precisamente llegando a Conde-Duque, nos encontramos con Dña. Emilia Pardo Bazán, ¡qué agradable sorpresa! Es divertido pensar que vas a una ciudad en busca de los indicios de algo pasado, y descubres que son tan abundantes! (Y que no es tan pasado...).
Nos encaramamos a la valla que protegía el Palacio de Liria de cualquier admirador y, metiendo los brazos y la cámara por la valla como pudimos, sacamos unas fotos... La que he cargado aquí, es la única que quedó centrada. Se dice que la residencia de la Casa de Alba en Madrid es la vivienda particular más grande de la ciudad, ¡y la que tiene el césped más verde!

Nadia, mi ayudante, aunque no flaqueó ni un momento, se negó a buscar la plazoleta del Limón, que no aparecía en el mapa, aunque debía estar muy cerca. Pero llegamos a la calle del Limón, una estrecha y colorida calle en pendiente, que está llena de pequeñas tabernas, y promete ser un buen lugar para probar unas tapas (¡incluso hay una taberna llamada la Taberna del Limón -nº 22-!).
La Plaza de San Martín estaba animada con los colores de Chagall. A la entrada, unas botas colgadas de un cable, a modo de broma... Un toque elegante gracias al hotel que hay junto a las terracitas... ¡mmm! ¡qué agradable!
Bueno, pues lo conocí gracias a esta cita de Valle-Inclán:
¡La Gran Vía está llena de animación! Hay marcha por todas partes, es una de mis calles favoritas.
“Las niñas llevan cestitas de uvas, se han conservado para esta fiesta muchos barriles de uvas. Salen doradas, transparentes, con esa cosa de vidrio que tienen las uvas, y limpias del polvo del aserrín se colocan en las cestitas, adornadas con una cinta rosa o azul, que hacen de la docena de uvas que es preciso engullir, una a cada campanada, un regalo elegante. Los hombres llevan botas y botellas de vino, que pone más bullicio aún en el conjunto de la multitud”.
Los "golfos" de La Busca de Baroja, hablaban así en la Puerta del Sol... donde también hay muchos golfos...:


Hoy, la calle del Príncipe es un lugar que gustará a aquellos que, como yo, sienten debilidad por los objetos decorativos tales como móviles, quemadores de aceite aromático, y cositas así... Hay algunas tiendas con ese tipo de cucadas, que son tan poquita cosa, pero que se disfrutan tanto...
“Llevaba yo el propósito de ir, ante todo, a la redacción de El Clarín, no tanto por el deseo que tenía que abrazar a mis compañeros y amigos, cuanto por adquirir cabal noticia de lo que estaba pasando; y cruzando calles y calles, siguiendo el indicado rumbo, vine en la del Príncipe, donde los arroyuelos de atrás Ibáñez convirtiendo en río de gente, murmurador e inquiero como todos los ríos, pero no impetuoso ni desbordado. Algún inocente grito a la libertad; el resonar de los golpes descargados sobre el cajón o caseta de policía, de la vecina plaza de Santa Ana, por cierta clase de ciudadanos que se entretenían en hacerle astillas; tal cual hombre armado de chafarote y fusilón de chispa; muchas gentes a las puertas de las casas; luces en varios balcones; saludos a gritos, apretones de manos y cosas tales; y como curiosidad y acontecimiento verdaderamente notable, un miliciano nacional ocn el uniforme de la del 43”. (José María de Pereda: Pedro Sánchez)
En la Plaza de Santa Ana, se podían ver algunas fotografías de las más de 60.000 que componían la exposición "Camerinos" (hasta el 26 de febrero). La plaza no estaba tan agitada como la encontró Pedro... Se ha convertido en un lugar agradable donde tomar algo al aire libre, disfrutar de alguna exposición, jugar en el parque con los niños, dar un paseo...
Galdós, animado por el ascenso al poder del Partido Liberal de Sagasta (1881), adopta una actitud activa en cuestiones políticas y sociales. Frecuenta los círculos culturales en cafés y teatros, y visita el Ateneo, que se convierte desde su fundación (1835) en el lugar de encuentro de los intelectuales y apasionados de la política, la literatura o la economía, acogiendo las más libres discusiones, los más desenfadados debates.
¡Con amor, hasta un erial se ve como un vergel! (Emilia Pardo Bazán: Insolación)
El Templo de Debod, ¡un placer!
Nadia y yo (¡y mis botas!), sentadas junto al templo egipcio |
Desde los jardines del Templo de Debod, como están en una colina, se pueden disfrutar preciosas vistas. Como estas, dependiendo del lugar hasta de la Casa de Campo. |
Chicas mirando por los prismáticos =) |
La Plaza de España
Llendo hacia Conde Duque en busca de más citas literarias, encontramos algunas bellezas que no podíamos dejar de compartir en el blog...
...chulapas incluidas.
Conde-Duque
Palacio de Liria (foto de estrangis...). |
Emilia Pardo Bazán |
Precisamente llegando a Conde-Duque, nos encontramos con Dña. Emilia Pardo Bazán, ¡qué agradable sorpresa! Es divertido pensar que vas a una ciudad en busca de los indicios de algo pasado, y descubres que son tan abundantes! (Y que no es tan pasado...).
Nos encaramamos a la valla que protegía el Palacio de Liria de cualquier admirador y, metiendo los brazos y la cámara por la valla como pudimos, sacamos unas fotos... La que he cargado aquí, es la única que quedó centrada. Se dice que la residencia de la Casa de Alba en Madrid es la vivienda particular más grande de la ciudad, ¡y la que tiene el césped más verde!
¿Serían estos los balcones de su casa? ¡Qué bonitos! |
“Era ya noche oscura. Resueltamente se dirigió al Conde-Duque, pasó por delante del cuartel y, al aproximarse a la plaza de las Comendadoras, andaba con paso cauteloso, evitando el ser visto, buscando la sombrea y mudando de dirección a cada instante. Después de meterse por la solitaria calle de San Hemenegildo, volvió hacia la plazuela del Limón, rondó la manzana de las Comendadoras, aventurándose, por fin, a atravesar la calle de Quiñones y a observar los balcones de su casa, no sin cerciorarse antes de que no estaban en el portal Mendizábal y su mujer. Agazapado en la esquina de la plazuela oscura, solitaria y silenciosa, miró repetidas veces hacia su casa, queriendo espiar si alguien entraba o salía…”. (Galdós: Miau)
"[...] pasó por delante del cuartel [...]" |
El Cuartel del Conde-Duque, último ejemplo de arquitectura madrileña hasta que la construcción del nuevo Palacio Real importó el estilo italiano fue, durante el siglo XIX, academia militar y observatorio astronómico. Tiene 228 metros de fachada y 58.777 metros cuadrados de superficie destinados, hoy, exclusivamente a acoger actividades culturales.
Calle del Limón
San Martín
¡Ups! ¡Jajaja! |
La Plaza de San Martín estaba animada con los colores de Chagall. A la entrada, unas botas colgadas de un cable, a modo de broma... Un toque elegante gracias al hotel que hay junto a las terracitas... ¡mmm! ¡qué agradable!
Bueno, pues lo conocí gracias a esta cita de Valle-Inclán:
Chagall... la por entonces "nueva" gran exposición. No he ido todavía... ¿y vosotros? |
El palacio de los Marqueses de Torre-Mellada estuvo en la Costanilla de San Martín. El Palacio de los Picos le decían por el ornamento del muro. Aquel caserón, con gran portada barroca, rejas y chatos balcones montados sobre garabatos de hierro, fue, en las postrimerías del reinado isabelino, lugar de muchas cábalas y conjuras políticas. La crónica secreta conserva en donosos relatos y malignas hablillas el recuerdo del vetusto caserón con rejas de cárcel y portada de retablo, la clásica portada de los palacios de nobles de Madrid.
(Valle-Inclán: La corte de los milagros: Libro tercero, Ecos de Asmodeo).
¡...Hacia Sol!
“La
Puerta del Sol lostrega el prestigio oriental de su nombre. Calle de Alcalá.
¡Tarde de toros! Calle de Alcalá, luminosa y retinante. Puerta del Sol. Bulla
de Pregones:
-¡Altramuces! ¡Abanicos! ¡Naranjas! ¡El programa de la corrrida! ¡La lista grande! ¡Nardos y claveles!” (Valle-Inclán: Viva mi dueño, Libro Octavo)
¡La Gran Vía está llena de animación! Hay marcha por todas partes, es una de mis calles favoritas.Puerta del Sol
“La Puerta del Sol ha tenido siempre una relación con la hora. En los antiguos edificios, en los más antiguos, había siempre un reloj, desde que los relojes se inventaron. Uno de los primeros fue el de la Puerta del Sol.
El reloj de la Puerta del Sol con su gran bola descendente al dar las doce es aun célebre en toda España y no hay paleto que al venir a Madrid no pase por la gran plaza para ver caer la bola, en la acera de enfrente al Ministerio de la Gobernación con los ojos y la boca muy abiertos, como el que espera un milagro”.
“Sin embargo el reloj que toma importancia en los grandes sucesos es el antiguo reloj de la bola. La última noche del año se puede decir que la que se celebra es la fiesta del reloj”.
“Las niñas llevan cestitas de uvas, se han conservado para esta fiesta muchos barriles de uvas. Salen doradas, transparentes, con esa cosa de vidrio que tienen las uvas, y limpias del polvo del aserrín se colocan en las cestitas, adornadas con una cinta rosa o azul, que hacen de la docena de uvas que es preciso engullir, una a cada campanada, un regalo elegante. Los hombres llevan botas y botellas de vino, que pone más bullicio aún en el conjunto de la multitud”.
“Un año la multitud esperó en vano; el reloj no dejó caer su bola. ¿Se había descompuesto? Parece que eso era lo lógico pero el pueblo echó la culpa a sus gobernantes y les achacó el hecho de amargar la alegría de todo un pueblo en fiesta. Éste era un crimen. Había sido como mataros a todos… suspendiendo el tiempo y retardando la entrada del año.
Para don Justo y sus amigos aquello constituyó un atentado. Ellos tenían su propiedad en la Puerta del Sol, y era una deslealtad aquello”.
La Puerta del Sol es recurrente en las obras contemporáneas, sobre todo durante el siglo XIX. Y no es de extrañar: como escribe Galdós en La fontana de oro, el pueblo de Madrid "siempre convergía a aquel sitio en sus ovaciones y en sus trastornos." Aún hoy, la Puerta del Sol es el punto de encuentro de miles de españoles, visitantes y hoy, sobre todo, turistas, cada día, y el lugar de reunión de los madrileños -y cada vez más gente de todas partes- para tomar las doce uvas el último día de cada año, o para manifestarse (15-M).
(Carmen de Burgos (Colombina): Los negociantes de la Puerta del Sol)
“11
de diciembre
Esta
mañana, al cruzar la Puerta del Sol, he encontrado…, mejor diría la he
encontrado. ¿A quién? No sé; esbelta, rubia, toda de negro, con severo traje
negro, luminosos ojos, triste y aleteante la mirada; no la he visto nunca y la
he visto siempre. Un momento, instintivamente, vibrantemente, nos hemos mirado
sin detenernos. Ella ha seguido; yo he seguido…
Y,
sin embargo, una fuerza misteriosa nos atraía.
Diríase
que habíamos vivido juntos eternidades en otros mundos…
¿Por
qué no he ido yo a ella y ella noha venido a mí?”
(Azorín, Diario de un enfermo)
Juanito Santacruz (Fortunata y Jacinta) vivía en la Puerta del Sol; Max Estrella (Luces de Bohemia) la atravesaba en su camino al Ministerio de la Gobernación... Si lo hiciera hoy, en vez de en los años veinte, el invidente percibiría olor a gofres, helado, café, kebab, y otras delicias internacionales, y los "puertasolinos" de entonces, habrían dado paso a los vendedores ambulantes de globos y juguetes luminosos, compradores de oro, jóvenes ofreciendo "free hugs" (abrazos gratis), y negociantes dedicados a diversos asuntos... según la hora del día. Pero en la Puerta del Sol hay, sobre todo, ¡muchísima gente!
El madrileño de principios de siglo no tenía otra diversión que acudir a la Puerta del Sol. La inercia o la falta de recursos y un sentido mesiánico del entretenimiento o de la historia le reunía allí con sus iguales. Cualquier hora del día era buena frecuentar la plaza, de forma que estaba llena de gente mañana, tarde y noche, y es fama que nunca permanecía desierta”. El padre de Pío Baroja, don Serafín Baroja, pudo comprobar que “ entre las tres y las cuatro de la madrugada de un día concreto, la Puerta del Sol se quedó vacía.
(Madrid en la novela, tomo IV -prólogo-)
Pero a la Plaza del Sol vine, sobre todo, en homenaje a Doña Berta. Fue la lectura, de las obligatorias para el curso, con la que empecé primero (luego se suprimió como lectura obligatoria, qué ojo tengo...). Precisamente tome la idea del reportaje de este pasaje que cito:
“Amanecía, y la nieve caía a montones, con su silencio felino que tiene el aire traidor del andar del gato, iba echando, capa sobre capa, por toda la anchura de la Puerta del Sol, paletadas de armiño, que ya habían borrado desde horas atrás las huellas de los transeúntes trasnochadores. Todas las puertas estaban cerradas. Sólo había una entreabierta, la del Principal; una mesa de buñuelos, que alguien había intentado sacar al aire libre, la habían retirado al portal de Gobernación. Doña Berta, que contemplaba el espectáculo desde una esquina de la calle del Carmen, no comprendía por qué dejaban reir buñuelos, o, por lo menos venderlos en el portal del Ministerio; pero ello era que por allí había desaparecido la mesa, y tras ella dos guardias y uno que parecía de telégrafos. Y quedó la plaza sola; solas doña Berta y la nieve. Estaba inmóvil la vieja; los pies, calzados con chanclos, hundidos en la blandura; el paraguas abierto, cual forrado de tela blanca. “Como allá, pensaba, así estará el Arén”.
Esta es la esquina de la calle del Carmen... |
...y esto es exactamente lo que vio Doña Berta. |
De modo que me situé exactamente en la esquina de la calle del Carmen, quería tomar la foto desde su misma perspectiva. También traté de imaginarme la nieve, pero no fue fácil. Para hacerlo tendría que haber cerrado los ojos, y no es muy recomendable allí.
Los "golfos" de La Busca de Baroja, hablaban así en la Puerta del Sol... donde también hay muchos golfos...:
“(…)
–
Ahora no vendría mal –agregaba
otro- pasarse a dar una vuelta por la Plaza Mayor, a ver si nos dan una libra
de jamón.
–
Tiene trichina.”
Pues... ¿vamos a la Plaza Mayor?
Aquí está... tan grande y tan sobria. ...Y sin jamón. |
La Fontana de Oro
No podía faltar en mi lista el club más famoso de las novelas de Galdós: La Fontana de Oro. Nunca había estado allí antes, así que sólo la conocía por las descripciones del citado autor, así que me ilusioné cuando, al doblar una esquina, la encontré. Llamaba la atención, por las columnatas doradas , los neones y las pinturas que lo ornamentaban.
“La mayor parte (de los que andaban ociosos) se dirigía a la Carrera. Es porque allí estaba el club más concurrido, el más agitado, el más popular de los clubs: La Fontana de Oro. Ya entraremos también en el café revolucionario. Antes crucemos desde el Buen Suceso a los Italianos, esta alegre y animada Carrera de los Padres Jerónimos, que era entonces lo que es hoy y lo que será siempre: la calle más concurrida de la capital”. (Galdós: La fontana de oro)
"[...] y desaparecen por una puerta estrecha [...]" |
“Mientras nos detenemos en esta descripción, los grupos avanzan hacia la mitad de la calle y desaparecen por una puerta estrecha, entrada a un local, que no debe de ser pequeño, pues tiene capacidad para tanta gente. Aquélla es la célebre Fontana de Oro, Café y Fonda, según el cartel que hay sobre la puerta; es el centro de reunión de la juventud ardiente, bulliciosa, inquieta por la impaciencia y la inspiración, ansiosa de estimular las pasiones del pueblo y oír su aplauso irreflexivo. Allí se había constituido un club, el más célebre e influyente de aquella época. Sus oradores, entonces neófitos exaltados de un nuevo culto, han dirigido en lo sucesivo la política del país; muchos de ellos viven hoy y no son, por cierto, tan amantes del bello principio que entonces predicaban”. (Galdós: La fontana de oro)
Entre citas (textuales)
Entre cita y cita, me encontré por sorpresa -como siempre me ocurre con este lugar- con mi placita preferida de Madrid.
Este rincón del centro se ha convertido, paseo tras paseo, en uno de mis favoritos de la gran ciudad. La variedad y contraste arquitectónicos, el colorido, el ambiente y lo cuidados que están los cafés y pequeñas tabernas. También lo recogido del espacio: ¡parece un rincón escondido! Además está el factor sorpresa: cuando busco esta plaza, no la encuentro, ¡pero siempre me la encuentro por sorpresa cuando voy a otro sitio!
La calle del Príncipe y la Plaza de Santa Ana
Desilusionado tras escuchar a don Elías, el Antonio de Sinfornía de dos novelas “[...] emprendió la marcha por la calle de Sevilla hacia la del Príncipe, decidido a olvidar todo aquello y a volver a la idea dulcísima (sí, dulcísima, por más que coqueteando consigo mismo quisiera negárselo), de sus relaciones casi seguras, seguras, con Regina Theil. Pero, nada; los alagüeños pensamientos no volvían; no se atan aquellos hilos rotos de la novela que ya él había comenzado a hilvanar, sin quererlo, mientras subía por la calle de Alcalá."
Hoy, la calle del Príncipe es un lugar que gustará a aquellos que, como yo, sienten debilidad por los objetos decorativos tales como móviles, quemadores de aceite aromático, y cositas así... Hay algunas tiendas con ese tipo de cucadas, que son tan poquita cosa, pero que se disfrutan tanto...
“Llevaba yo el propósito de ir, ante todo, a la redacción de El Clarín, no tanto por el deseo que tenía que abrazar a mis compañeros y amigos, cuanto por adquirir cabal noticia de lo que estaba pasando; y cruzando calles y calles, siguiendo el indicado rumbo, vine en la del Príncipe, donde los arroyuelos de atrás Ibáñez convirtiendo en río de gente, murmurador e inquiero como todos los ríos, pero no impetuoso ni desbordado. Algún inocente grito a la libertad; el resonar de los golpes descargados sobre el cajón o caseta de policía, de la vecina plaza de Santa Ana, por cierta clase de ciudadanos que se entretenían en hacerle astillas; tal cual hombre armado de chafarote y fusilón de chispa; muchas gentes a las puertas de las casas; luces en varios balcones; saludos a gritos, apretones de manos y cosas tales; y como curiosidad y acontecimiento verdaderamente notable, un miliciano nacional ocn el uniforme de la del 43”. (José María de Pereda: Pedro Sánchez)
¡Mira qué sorpresa tenemos ahí arriba, en la cornisa! ¡Fantástico para mi trabajo! |
La Plaza de Santa Ana es un buen lugar para abrazar a los amigos... ¡o para perderse con ellos! |
El Ateneo
Entre los lugares de reunión, junto al famosísimo Café Suizo, hay que mencionar el Imperial –donde se celebra la tertulia con los toreros- y el Ateneo. “Miguel no había dejado de ser nunca uno de los socios más asiduos del Ateneo”. (Madrid en la novela, tomo III)
Leopoldo Alas viaja a Madrid para doctorarse en Leyes y cursar Filosofía y Letras. “Clarín” llega a Madrid en esos años de gran ebullición política y cultural que siguieron a la Gloriosa, como les ocurrió a Emilia Pardo Bazán y otros escritores.
En la Corte interviene en los debates organizados por el Ateneo, a finales de 1881 y principios de 1882, sobre el nuevo movimiento cultural recién llegado de Francia: el Naturalismo.
La Carrera de San Jerónimo, la calle de la Montera, el Café Suizo y el Ateneo protagonizarán también las páginas de Una medianía, novela destinada a ser la continuación de Su único hijo.
(Madrid en la novela, tomo III)
Galdós, animado por el ascenso al poder del Partido Liberal de Sagasta (1881), adopta una actitud activa en cuestiones políticas y sociales. Frecuenta los círculos culturales en cafés y teatros, y visita el Ateneo, que se convierte desde su fundación (1835) en el lugar de encuentro de los intelectuales y apasionados de la política, la literatura o la economía, acogiendo las más libres discusiones, los más desenfadados debates.
Ya anochecía cuando llegamos al Ateneo y, aunque no éramos el tipo de visitantes usual, nos recibieron amablemente y pudimos impregnarnos del ambiente e imaginarnos que éramos "dos escritoras, disfrazadas de hombre para evitar prejuicios, que no podían esperar a compartir sus ideas políticas". Pudimos comprobar que en sus salitas y vestíbulo siguen teniendo lugar conversaciones muy interesantes.
El Ateneo sigue conservando su sabor y, por supuesto, acogiendo todo tipo de conferencias y eventos culturales. Todos los Premios Nobel españoles han pasado por su salón de actos.
El asturiano Armando Palacio Valdés en 1924 dimitió de la presidencia del Ateneo madrileño porque en él se atacó a la Dictadura...
Palacio Valdés tiene una especial sensibilidad, como muchos novelistas de su época, para captar los ambientes pintorescos, las escenas costumbristas, el tipismo de la sociedad española del finales del siglo XIX. Por eso sus novelas tratan de costumbres asturianas, andaluzas, madrileñas o valencianas (como en la Alegría del capitán Ribot, 1899). Así, por ejemplo, en Riverita, Palacio Valdés se detiene en la descripción de una tertulia de salón o de la vida y el ambiente que se respiraba en los salones del Ateneo madrileño.
Riverita (1886) es una de las novelas de carácter autobiográfico que ocurren en Madrid. (Madrid en la novela, tomo III)
“Miguel no había dejado de ser nunca uno de los socios más asiduos del Ateneo. Aunque no tomaba parte en las discusiones sobre los pueblos semíticos, se había hecho notar bastante en los círculos privados que se formaban por las noches ne el vasto corredor del establecimiento." (Riverita)
Casada desde 1868 (Emilia Pardo Bazán) con José Ortega y Pérez de Deza, alternaba su residencia entre Madrid y Galicia, con viajes a Europa, sobre todo a Francia, Inglaterra y Austria. (…) En 1887 pronuncia en el Ateneo madrileño un ciclo de conferencias recogidas con el título La revolución y la novela en Rusia y colabora en las principales publicaciones periódicas españolas: La Ilustración Gallega y Asturiana, La Ilustración Ibérica, La España Moderna, La Época, etc.
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A causa de su condición de mujer no logró entrar en la Academia, pero consiguió ser nombrada Presidenta de la Sección de Literatura del Ateneo madrileño en 1906, y, diez años después pasó a ocupar la Cátedra de Literatura Neolatina en la Universidad de Madrid.
(Madrid en la novela, tomo III)
Y como Nadia y yo tenemos un radar, encontramos lugares donde comer hasta debajo de las escaleras.
Fuera, el ambiente estaba bastante animado... |
“[…] - ¿Quieres que vayamos a dar una vuelta por el Prado, al sol, antes de meternos en esa catacumba del Ateneo? –rogó Teófilo.- Sí, hombre. Hoy se apetece derretirse en el sol, no pensar, volatilizarse, ser una cosa gaseosa y tibia.” Ramón Pérez de Ayala
Aquí estamos nosotras... |
“Reyes comparó el Ateneo con el cielo estrellado y salió perdiendo el Ateneo. Debía estar prohibido discutir los grandes problemas de la vida universal, sobre todo cuando se era un cretino. Las estrellas, que de fijo sabían más de esas cosas sublimes que los hombres, callaban eternamente; callaban y brillaban. Reyes, en el fondo de su alma, se sintió digno de ser una estrella." (También de Su único hijo, Sinfonía de dos novelas)
Y si habéis llegado hasta aquí, os merecéis un momento relajo y esparcimiento. ¡Así que a cantar! ¡Arriba los corazones!